Las Cataratas del Iguazú son la estrella indiscutible de Misiones, pero, muy cerca, la zona alberga rincones llenos de más naturaleza y miles de secretos que las comunidades autóctonas nos invitan a descubrir. Hoy visitamos Yryapu.
Siguiendo un sendero de tierra colorada enmarcado por la exuberante selva misionera llegamos a la comunidad de la etnia Mbya guaraní, donde tiene lugar un emprendimiento turístico comunitario autogestionado.
Bienvenidos
Un joven guía nos da la bienvenida e inmediatamente iniciamos el recorrido por un angosto sendero. En menos de un minuto nos rodea una selva densa y alta. Se siente el calor húmedo y solo escuchamos los sonidos de los pájaros, animales e insectos. Parece mentira que a tan solo 15 minutos de la ciudad podamos hallarnos en tierra virgen. El camino está apenas demarcado, bordeado por algún que otro rústico cartel que indica el nombre de cada árbol en guaraní. A medida que avanzamos nuestro guía nos relata las innumerables propiedades de las diferentes plantas y el uso que su comunidad les da desde siempre.
Caminamos un poco más y vemos una “aripuca”, un tipo de trampa que utilizaban sus antepasados para atrapar aves cuando aún cazaban para comer. En la actualidad las costumbres están cambiando y van a la ciudad a comprar carne.
El recorrido sigue lento, tomándonos el tiempo para observar detalles, para disfrutar la selva que se hace cada vez más espesa. Los árboles, altísimos, son añosos, y el sol apenas logra filtrarse entre las plantas apretadas. A pesar de la sombra, el calor es intenso. Y hay muchísima humedad; por ello todo aquí está tan lleno de vida. Las hormigas son realmente grandes y los árboles dan frutos que jamás vimos antes. Hay que tener cuidado con los hongos venenosos y con el sagrado jaguareté.
Durante la caminata, antiguas tradiciones se entremezclan con historias del presente de este pueblo que se resiste a perder su cultura. “Solo usamos el árbol caído”, aclara el joven refiriéndose a la preservación de la naturaleza como uno de los valores de su comunidad. “Este árbol, por ejemplo, se utilizaba antiguamente para comunicarse a través de golpes en el tronco”…
Aparecen unas raras mariposas negras. También hay azules y con dibujos de colores. El lugar está lleno de ellas, es maravilloso. El sendero prosigue y en un pequeño claro aparece una choza con el techo cubierto de hojas de palmas, y la “cama” y la mesa hechas con ramas. Es “la casa como era antes”. Entramos y nos embargan la emoción, el asombro y fundamentalmente el respeto.
Luego caminamos hasta la Escuela Intercultural, donde los adultos jóvenes se preparan para servir a su comunidad. Estudian principalmente español y computación con el propósito de relacionarse con el “afuera” de la comunidad para poder mejorar su calidad de vida, pero siempre conservando sus valores y costumbres.
Además, hay un Museo y Centro de Visitantes inaugurado no hace tanto, ya que el emprendimiento comenzó a recibir visitantes en 2013. Por último, pasamos unas viviendas y unas huertas con calabazas y piñas, hasta que llegamos al Centro de Artesanías, donde elegimos unas canastas.
Llegó el momento de despedirnos. Gracias, Karaí Endy, por invitarnos a tu lugar.
Visite muchas veces cataratas..tengo familia en posadas…obera….me gusta mucho lo que relatas del lugar…misiones para mi maravilloso….
La verdad quedé maravillada con todo lo que se ha escrito lo que uno puede ver y conocer vivo en Río Grande tierra del fuego Me encantaría ir a conocer después de que pase toda esta pandemia
Gracias Olga. Quedamos a tu disposición. Saludos